viernes, 16 de agosto de 2024
CAMINANDO DE NUEVO POR LOS PASILLOS DE LA FACULTAD
Hace no mucho tiempo tuve el placer de volver a la Facultad de Derecho a votar como graduado (UBA). La experiencia detonó en mi mente un montón de recuerdos de los años que pasé en esos pasillos.
Mucho de esos recuerdos son amargos o un reflejo de las dificultades de cursar una carrera universitaria. Desde los largos viajes en el 60, que se convirtió en una verdadera segunda aula para mí, hasta almuerzos en aulas vacías porque me resultaba imposible comprar comida en la Facultad durante cierta época. Aun así, a la distancia, cualquier amargura se diluye por el profundo aprecio que le tengo a mi Facultad.
Y sí, digo Mi Facultad y no La Facultad, por que no dejo de sentirla propia. Por que es la institución que hoy me permite tener una calidad de vida objetivamente mejor que la de mis padres, brindándome asimismo los elementos necesarios para garantizar el mejor acceso posible a la justicia de las y los bonaerenses.
Caminando los pasillos recordé que cada cuatrimestre, a la par que el Gobierno busca formas de desfinanciar la educación pública, usan como cortina de humo la supuesta plaga de estudiantes extranjeros que vienen a usufructuar esa educación superior que tanto odia el Ejecutivo Nacional.
Estos comentarios siempre vienen acompañados de grandes cifras del supuesto costo que acarrea cada estudiante. Voy a omitir este punto, principalmente por que cualquier cifra relacionada con la administración de un país de 45 millones de personas es gigante. Compararlo con las sumas propias de la administración de una casa es una de las ideas más pobres del repertorio de la derecha nacional actual.
Mi punto viene por otro lado. Así como yo siento un aprecio profundo por MI Facultad, ¿no es lógico pensar que los estudiantes extranjeros que vienen a Argentina sientan lo mismo? ¿Ese agradecimiento no es propio de la naturaleza humana?
Creo que acá es momento, para que el lector desprevenido cuente con todos los elementos, de explicar un poco el concepto de Poder Blando. Es decir, los mecanismos con los que cuenta un Estado Nacional para influir en la decisión de otros Estados Nacionales mediante elementos indirectos como la educación o la cultura.
Por esa línea de tres, y siendo lo más Maquiavélico posible, la formación de extranjeros en la UBA es hoy en día el mayor despliegue de Poder Blando del Estado Argentino y una herramienta clave de nuestra Política Internacional.
En el peor de los casos, los cuadros más inteligentes y osados de países limítrofes, aquellos que están dispuestos a irse a otro país para alcanzar su sueño, se enamoran de Argentina y aportan su capacidad intelectual y humana en nuestro país.
En el mejor de los casos, vuelven a su país y se suman a la capa dominante de su país natal, pero siempre con un dulce recuerdo de Argentina en su corazón. Esos cuadros técnicos ocuparán puestos claves en Santiago de Chile, Lima, San Pablo o donde sea, pero sus vinculaciones con Argentina nunca desaparecerán.
Los lazos de unidad latinoamericana se intensificarán y se verán frutos, desde investigaciones científicas conjuntas hasta el apoyo a reclamos internacionales que nos afectan, como recuperar nuestra Soberanía en Malvinas.
Buenos Aires siempre fue un foco de insumisión, independencia y unidad de Nuestra América. A principios del Siglo XIX supo ser uno de los focos revolucionarios (el único que nunca volvió bajo control español). Lo que en esa época tuvo su eje en la Gesta de los Andes, en el siglo XXI está en la batalla cultural donde la Educación Superior es una pieza clave.
Esa es la diferencia entre los que consideramos que Argentina es un País que tiene la capacidad para ser potencia regional, y arrastrar tras de sí a todo el continente, y aquellos que tienen vocación de colonia y solo ansían que el amo le dé una palmada en la cabeza.
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